miércoles, 20 de agosto de 2014

Cortes en la piel


Con cierta frecuencia acuden a la consulta pacientes, en su mayoría chicas jóvenes, que se realizan cortes en la piel con cuchillas de afeitar u otros objetos punzantes. O que se realizan graves quemaduras en la piel. Autolesiones lo llamamos: se infligen dolor a ellas mismas.

La piel es nuestro revestimiento más externo, nuestra última capa que delimita nuestro cuerpo, nuestro yo, de lo externo. El corte en la piel simboliza un límite; pero un límite roto o una búsqueda incesante del límite. Con frecuencia, las personas que se autolesionan han sufrido graves asaltos a sus propios límites, han sido humillados, pegados o abusados sexualmente, a veces por los propios padres quienes en realidad deberían cuidarles. Aunque no siempre encontramos en las historias personales pasajes de extrema gravedad; a veces bastan unas pocas experiencias moderadas. Pero una y otra vez han tenido que vivenciarlo: no existen los límites. No hay límites entre el Yo y los Otros, no hay límites generacionales. Y ante la falta de límite el quantum de angustia aumenta hasta ser insoportable, el dolor psíquico se vuelve insoportable.

Y con el corte  llega el alivio; el alivio de esa tensión insoportable, una tensión pujante, agobiante. El corte abre una vía, literalmente, y la sangre comienza a fluir. Una sangre caliente que tiñe de rojo la piel. Un calor que acompaña. Una herida abierta que ha de ser curada. Y con un poco de agua oxigenada y una venda, se cubre la herida. Ella misma. Porque las autolesiones también implican autocuidados. Qué añoranza de alguien que da calor, que protege, que cura. Alguien que cura las heridas.



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