miércoles, 24 de septiembre de 2014

What is psychoanalysis?

Generally speaking, psychoanalysis tries to understand: to understand the underlying mental processes, such as: Why do I fear? Why am I obsessed with certain things/ideas/images? Why do I keep seeking certain types of relationships? Why can I not quit smoking?

It tries to put words where there are only symptoms, making conscious what is not, finding meaning.

At first the analyst has several preliminary interviews with the patient, normally between three and five sessions; with the information the analyst gathers, he will make a diagnosis and offer a specific treatment plan.

Within psychoanalysis there are several ways of working depending on the patient, their disorder and their underlying personality structure. On one hand, there is the so-called psychoanalytic psychotherapy, which is held face-to-face once or twice a week. On the other hand, we have psychoanalysis itself. Here, the patient lies on the couch and sessions are held three to four times a week. Often the idea of ​​lying on the couch scares patients, so working face-to-face would be the initial phase. When the patient’s confidence in the therapist increases, it may be possible to change from a psychoanalytic psychotherapy to psychoanalysis. Lying on the couch, with the therapist sitting behind the patient, provides the patient with more freedom to talk without having to take into account the facial expression of the analyst. They can more easily associate and are able to remember things long forgotten, which in turn, provides more access to their own personal history.

The basic rule of psychoanalysis is that the patient has to say everything that goes through their mind, even though it seems that it is not important, embarrassing or unpleasant. They can talk about anything they want: about the past, present, future, fantasies, anecdotes, etc. Everything the patient says is important for the analyst, who maintains an “unconscious listening”, called floating attention. Psychoanalysis offers patients a different kind of listening; a bias-free listening, a listening that allows the therapist to hear the different levels in the patient's discourse, beyond their symptoms. 

In the healing process, the psychoanalyst will be guiding the patient, questioning him, pointing out contradictions, lapses and interpreting them.  The psychoanalyst tells the patient what is unknown to them, but what the patient has transmitted through lapses, dreams, fantasies, etc., revealing their unconscious. This way the patient feels relieved from the burden within them.


A crucial issue in psychoanalysis is the relationship that develops between therapist and patient, called transference. Through the continuity of the sessions, the patient unconsciously recreates past and current relational aspects and their issues. These aspects will be collected by the therapist, who will provide the patient with a new relational experience. These new experiences are what lead to changes in the patient. Therefore, psychoanalysis is not exclusively a "talking cure."

miércoles, 27 de agosto de 2014

¿Qué juguetes necesita mi hijo?

A través del juego, los niños no sólo exploran, se divierten y aprenden a relacionarse con lo que les rodea, si no que se ven continuamente inmersos en un mundo de fantasías, en el que “juegan” con la realidad, la deforman, la crean. Este proceso está en la base de la futura capacidad creativa y en la base de la personalidad de toda persona.

Dada la importancia del juego, los padres muchas veces se preguntan qué deben comprar para fomentar el juego en sus hijos. Existe un amplia oferta lúdica para nuestros pequeños; en las tiendas vemos con estupor cómo fila tras filas, los juguetes se aglomeran sobre cargadas estanterías. Los padres y abuelos se quedan asombrados, perplejos y no saben qué juguete les conviene, ni cuántos.

En primer lugar, hemos de tener en cuenta que la capacidad de atención y de concentración de los más pequeños es limitada y el riesgo de sobreestimularles grande. Por ello, si el bebé se ve rodeado por montañas de juguetes, estará constantemente viendo y deseando otro objeto que podría ser aún más interesante que el que tiene entre manos; habremos entonces impedido que el niño pueda explorar con tranquilidad los objetos que tiene. Intentemos evitar volcar la caja de juguetes frente al niño, más bien permitámosle ir sacándolos él mismo a su antojo. Cuando veamos que los juguetes se van acumulando en el suelo, los podremos retirar poco a poco y guardar de nuevo en la caja; así tu pequeño podrá a explorar al máximo las posibilidades de cada juguete y no perderse en un mar de objetos.

A veces los niños se aburren de un determinado juguete. Podemos guardarlo en el armario y volver a sacarlo pasadas unas semanas ¡y veréis como el “viejo” juguete vuelve a ser interesantísimo para el pequeño!

Hacia el final del primer año el niño se interesa mucho por el medio que le rodea. Los objetos cotidianos se vuelven de sumo interés; por ejemplo, la cocina y sus utensilios se convierten en un paraíso para la curiosidad del bebé. Podrías rellenar los cajones más bajos de la cocina a los que alcance tu pequeño con objetos que no puedan dañarle:  ollas pequeñas, paños, cucharones, tuppers, etc. Él podrá abrir los cajones e ir descubriéndo qué hay en ellos!

La hora del paseo también puede convertirse en una auténtica expedición! Palos, hojas, piedrecitas, arena, nada pasará desapercibido para tu pequeño.

Incluso la comida tiene cierto componente lúdico y es importante que los niños puedan tener un espacio para “jugar” con la comida y descubrir sus características: la húmedad del arroz que se pega a sus deditos, la pasta que se escurre, el trozo de manzana duro. Los más pequeños pueden aprender a comer con los dedos antes de ser capaces de vérselas con un tenedor!

Por todo esto, concluimos que es innecesario hacer grandes inversiones en juguetes. Bastaría con tener un osito de peluche, unos cuenquitos, una pelota suave, un sonajero, libros con dibujos, un teléfono de juguete que haga ruidos al apretar botones. ¡No sólo ahorramos gastarnos dinero inútilmente, sino que apoyamos el desarrollo óptimo y creativo de nuestros hijos!


miércoles, 20 de agosto de 2014

Cortes en la piel


Con cierta frecuencia acuden a la consulta pacientes, en su mayoría chicas jóvenes, que se realizan cortes en la piel con cuchillas de afeitar u otros objetos punzantes. O que se realizan graves quemaduras en la piel. Autolesiones lo llamamos: se infligen dolor a ellas mismas.

La piel es nuestro revestimiento más externo, nuestra última capa que delimita nuestro cuerpo, nuestro yo, de lo externo. El corte en la piel simboliza un límite; pero un límite roto o una búsqueda incesante del límite. Con frecuencia, las personas que se autolesionan han sufrido graves asaltos a sus propios límites, han sido humillados, pegados o abusados sexualmente, a veces por los propios padres quienes en realidad deberían cuidarles. Aunque no siempre encontramos en las historias personales pasajes de extrema gravedad; a veces bastan unas pocas experiencias moderadas. Pero una y otra vez han tenido que vivenciarlo: no existen los límites. No hay límites entre el Yo y los Otros, no hay límites generacionales. Y ante la falta de límite el quantum de angustia aumenta hasta ser insoportable, el dolor psíquico se vuelve insoportable.

Y con el corte  llega el alivio; el alivio de esa tensión insoportable, una tensión pujante, agobiante. El corte abre una vía, literalmente, y la sangre comienza a fluir. Una sangre caliente que tiñe de rojo la piel. Un calor que acompaña. Una herida abierta que ha de ser curada. Y con un poco de agua oxigenada y una venda, se cubre la herida. Ella misma. Porque las autolesiones también implican autocuidados. Qué añoranza de alguien que da calor, que protege, que cura. Alguien que cura las heridas.



jueves, 10 de julio de 2014

Qué es el Psicoanálisis

El psicoanálisis trata básicamente de entender. Entender, ante todo, los procesos mentales subyacentes, como por ejemplo, ¿Por qué tengo miedo? ¿Por qué me obsesiono? ¿Por qué busco determinado tipo de relaciones? ¿Por qué no puedo dejar de fumar?

Trata de poner palabras ahí donde hay síntomas, hacer consciente aquello que no lo es.  Encontrar un significado.

Dentro del psicoanálisis existen diversas formas de trabajar. Por un lado, existe la denominada psicoterapia psicoanalítica, que se lleva a cabo cara a cara y por otro lado, el psicoanálisis propiamente dicho. Aquí, el paciente se tumba en el diván. Con frecuencia la idea de tumbarse en el diván asusta a los pacientes, por lo que en un principio se optará preferentemente por trabajar cara a cara. A veces, en función del paciente, será el propio terapeuta quien indique que la terapia sea cara a cara. Pero a medida que aumenta la confianza en el terapeuta, es posible pasar de una psicoterapia psicoanalítica a un psicoanálisis. Tumbado en el diván, con el terapeuta sentado detrás, el paciente puede hablar más libremente, sin tener que tener en cuenta la expresión facial del analista, puede asociar más fácilmente y puede recordar más cosas  que creía ya olvidadas, encontrado un acceso más disponible a su propia historia.

El psicoanálisis brinda al paciente un tipo de  escucha diferente. Una escucha libre de prejuicios, en tanto que juicios previos, una escucha que permite al terapeuta oír los diversos niveles presentes en el discurso del paciente, más allá de los síntomas.

Un tema crucial en el psicoanálisis es la relación que se establece entre terapeuta y paciente, denominada transferencia. A través  de la continuidad de las sesiones, el paciente inconscientemente recrea aspectos relacionales y sus problemáticas correspondientes, que serán recogidos por el terapeuta que procurará facilitarle al paciente una experiencia relacional nueva. Estas experiencias nuevas son las que provocarán cambios en el paciente. Por eso, no se trata exclusivamente de una “cura por la palabra”.



lunes, 16 de junio de 2014

Don Juan o la histeria masculina

Hoy día se utiliza la palabra “histeria” como un insulto; denominamos “histéricas” a las típicas mujeres que por diversos motivos son incapaces de mantener la calma, se preocupan en demasía y se alteran de manera exagerada con también exagerada frecuencia. La palabra “histeria” sin embargo, designa o designaba hasta el siglo xx, un tipo de neurosis –la neurosis histérica- que se caracteriza porque las mujeres que lo sufrían mostraban, según Wikipedia, “síntomas que afectan al comportamiento y que se asemejan a una enfermedad neurológica pero que no proceden de ninguna enfermedad física conocida ni se pueden explicar por ella”. Pero es mucho más que todo esto.

La palabra “Histeria” proviene originalmente del griego y significa útero. Y es que Hipócrates, médico de la Antigua Grecia, creía que la histeria como tal se debía a desplazamientos del útero en el cuerpo, ya que se pensaba que éste tenía movilidad. Se creía pues, que la histeria era una enfermedad que afectaba principal o exclusivamente a las mujeres.

No fue hasta la llegada de Freud a principios del siglo XX que se comenzó a hablar de la denominada “histeria masculina”. Freud señaló que también hay hombres que pueden mostrar síntomas histéricos, que no es un problema meramente femenino.  A los hombres “histéricos” se les conoce o reconoce por ser “Don Juanes”.       

El mito de Don Juan seduce a grandes literatos, músicos y cineastas que, probablemente inspirados por “El burlador de Sevilla y convidado de piedra” de Tirso de Molina, han creado numerosas obras cuyo personaje central, héroe o villano, es Don Juan (Calderón de la Barca, Molière, Deschamps, Byron, Liszt , Espronceda, Kierkegaard, Zorrilla, Baudelaire, R. Strauss, I. Bergmann, entre otros).

Todos conocemos a algún Don Juan en la vida real. Jóvenes (y no tan jóvenes) aduladores, atractivos, seductores, con un don especial de palabra, halagadores. Enamoran a las mujeres con su mera presencia. Exhiben una falsa omnipotencia que deslumbra y seduce.

Pronto reconocemos la típica triada histérica: seducción, triunfo y desprecio. Seducen a mujeres de manera voraz, compulsivamente, , a muchas, constantemente. Una vez “conseguida” la mujer, deja de ser objeto de deseo y es, en contra, despreciada feroz y cruelmente. Y la búsqueda incesante continúa. La huida continúa; porque pareciera que el Don Juan huye de las mujeres, albergando un odio inconsciente a la mujer, a la que maltrata, engaña, miente, desprecia. Es incapaz de desarrollar una relación auténtica, verdadera, profunda con las mujeres.

Si posamos la mirada sobre la evolución psicoafectiva, vemos que parece que en la mayoría de los casos, la madre (y padre) de Don Juan n, triunfo y a triada histpalabra, nte femenino.
iglo XX ntener la calma y se alteran de manera exagerada con tambile hubieran designado a él como favorito entre los hermanos -si los hubiera-, desplazando todo su amor hacia el hijo predilecto, favorito, incapacitándole, anulándole, abogándole al fracaso de no poder cumplir nunca con las expectativas impuestas.  Éste desarrolla un fuerte narcisismo, de esto que a los Don Juanes se les tache de narcisistas: incapaces de amar, incapaces de establecer relaciones, pura apariencia, compitiendo constantemente, faltos de empatía, egoístas, con un sentimiento de vacío constante que intentan tapar con nuevas conquistas, inconstantes en el humor, impredecibles, agresivos, explotadores en las relaciones, como narciso, enamorados de sí mismo, siempre anulando al otro. El Otro como tal no existe. Cualquier relación es puro espejismo. Relación como imposibilidad.


Parece que en un plano más profundo hay una adicción, un enganche a la seducción, a La Mujer, con mayúsculas, que no es otra que la propia madre. Una búsqueda incesante de la madre, a la que perdió por su padre, que le traicionó y le dejó con sed de venganza; venganza de aniquilar a las mujeres. La sexualidad como máscara, ocultando una identidad de genero dudosa, u ocultando, tal vez, una homosexualidad reprimida. Sexualidad al servicio de lo destructivo.