lunes, 16 de junio de 2014

Don Juan o la histeria masculina

Hoy día se utiliza la palabra “histeria” como un insulto; denominamos “histéricas” a las típicas mujeres que por diversos motivos son incapaces de mantener la calma, se preocupan en demasía y se alteran de manera exagerada con también exagerada frecuencia. La palabra “histeria” sin embargo, designa o designaba hasta el siglo xx, un tipo de neurosis –la neurosis histérica- que se caracteriza porque las mujeres que lo sufrían mostraban, según Wikipedia, “síntomas que afectan al comportamiento y que se asemejan a una enfermedad neurológica pero que no proceden de ninguna enfermedad física conocida ni se pueden explicar por ella”. Pero es mucho más que todo esto.

La palabra “Histeria” proviene originalmente del griego y significa útero. Y es que Hipócrates, médico de la Antigua Grecia, creía que la histeria como tal se debía a desplazamientos del útero en el cuerpo, ya que se pensaba que éste tenía movilidad. Se creía pues, que la histeria era una enfermedad que afectaba principal o exclusivamente a las mujeres.

No fue hasta la llegada de Freud a principios del siglo XX que se comenzó a hablar de la denominada “histeria masculina”. Freud señaló que también hay hombres que pueden mostrar síntomas histéricos, que no es un problema meramente femenino.  A los hombres “histéricos” se les conoce o reconoce por ser “Don Juanes”.       

El mito de Don Juan seduce a grandes literatos, músicos y cineastas que, probablemente inspirados por “El burlador de Sevilla y convidado de piedra” de Tirso de Molina, han creado numerosas obras cuyo personaje central, héroe o villano, es Don Juan (Calderón de la Barca, Molière, Deschamps, Byron, Liszt , Espronceda, Kierkegaard, Zorrilla, Baudelaire, R. Strauss, I. Bergmann, entre otros).

Todos conocemos a algún Don Juan en la vida real. Jóvenes (y no tan jóvenes) aduladores, atractivos, seductores, con un don especial de palabra, halagadores. Enamoran a las mujeres con su mera presencia. Exhiben una falsa omnipotencia que deslumbra y seduce.

Pronto reconocemos la típica triada histérica: seducción, triunfo y desprecio. Seducen a mujeres de manera voraz, compulsivamente, , a muchas, constantemente. Una vez “conseguida” la mujer, deja de ser objeto de deseo y es, en contra, despreciada feroz y cruelmente. Y la búsqueda incesante continúa. La huida continúa; porque pareciera que el Don Juan huye de las mujeres, albergando un odio inconsciente a la mujer, a la que maltrata, engaña, miente, desprecia. Es incapaz de desarrollar una relación auténtica, verdadera, profunda con las mujeres.

Si posamos la mirada sobre la evolución psicoafectiva, vemos que parece que en la mayoría de los casos, la madre (y padre) de Don Juan n, triunfo y a triada histpalabra, nte femenino.
iglo XX ntener la calma y se alteran de manera exagerada con tambile hubieran designado a él como favorito entre los hermanos -si los hubiera-, desplazando todo su amor hacia el hijo predilecto, favorito, incapacitándole, anulándole, abogándole al fracaso de no poder cumplir nunca con las expectativas impuestas.  Éste desarrolla un fuerte narcisismo, de esto que a los Don Juanes se les tache de narcisistas: incapaces de amar, incapaces de establecer relaciones, pura apariencia, compitiendo constantemente, faltos de empatía, egoístas, con un sentimiento de vacío constante que intentan tapar con nuevas conquistas, inconstantes en el humor, impredecibles, agresivos, explotadores en las relaciones, como narciso, enamorados de sí mismo, siempre anulando al otro. El Otro como tal no existe. Cualquier relación es puro espejismo. Relación como imposibilidad.


Parece que en un plano más profundo hay una adicción, un enganche a la seducción, a La Mujer, con mayúsculas, que no es otra que la propia madre. Una búsqueda incesante de la madre, a la que perdió por su padre, que le traicionó y le dejó con sed de venganza; venganza de aniquilar a las mujeres. La sexualidad como máscara, ocultando una identidad de genero dudosa, u ocultando, tal vez, una homosexualidad reprimida. Sexualidad al servicio de lo destructivo.

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